11/12/2008

Nos habíamos sentado en uno de los bancos del final. Pero a Yagüe no le gustaba el sitio. Con un guiño, me indico que le siguiera y se encaminó a la escalera que subía al coro.

— No deberíamos estar aquí.

Le advertí, mientras entrabamos por la puerta del coro.

— Al contrario, necesitamos tener un buen campo de visión. Siéntate a mi lado y guarda silencio. ¿Ves el niño con el jersey azul? Pues fijate en él.

Sin más empecé a oir su vocecita, como si le estuviera enfocando con un micrófono direccional. Dejé de oirlo durante un momento por el simple pánico que me produjo la experiencia. La cabeza se me llenó de aire silenciando la voz del crío. Pero pronto se me pasó. Miré al Viejo con ojos confirmatorios. El sonrió y asintió. Volví a concentrarme en la voz del chaval.

• "...esto es un rollo, --- en casa voy a probar el truco del supercódigo para pasar de nivel ---– cuando papá vuelva le voy a pedir la playtres, cómo la que tiene Sánchez-Arjona. Es un pugicama..."
— ¿Pugicama?
— Puta, Gilipollas, Cabrón, Maricón. Se supone que es el siupremo insulto.
— Que eficiente. ¡Bendita inocencia!
— Volvimos a concentrarnos en el infante:
• "...un pugicama y le voy a hostiar. El otro le elegí para jugar al churro y a polisycacos aunque es un flojo, y así me lo paga, porque como tiene a su hermano mayor que le defiende, es un chulo pero cuando pueda le voy a cascar..."

La blasfemia fue demasiado para Yagüe. Juraría que se le fue el color de la cara y reaccionó, aunque con un poco de retraso y sonrisa forzadísima.

— Uuuups, numero equivocado. Fijate en el chico del jersey azul.
— "... es tan guapa! Por favor, Señor haz que sea mi novia cuando yo sea mayor. Elsa Pataky, ¡cómo me gustaría verle las peras!..."

Otro respingo. Los inocentes niños le estaban dando el rato a Yagüe que parecía encajar bastante mal ese tipo de vida interior.

— ¿Pero que clase de educación os dan en este colegio?
— Religiosa, supongo.

Se quedó callado un momento oteando como un perro de caza hasta que pareció quedar satisfecho.

• Fijate en el flacucho con la camiseta negra.

Camiseta, que lucía incongruent un rótulo con la frase “No God”. Ya ha llegado el punk al Corte Inglés, supongo. Estuve a punto de estallar en una carcajada pero conseguí controlarla, por miedo a acabar delante del

• "Por favor Jesús, haz que el ratoncito Pérez me traiga mucho dinero. Porque Papa dice que el dinero lo arregla todo. Ultimamente discute mucho con Mamá. El otro día gritaban tan fuerte que daba miedo. Mi hermana le dice a sus amigas que está harta y que ojalá se divorcien ya. Pero yo quiero que se arreglen, Dios, por favor. Me portaré bien y dejaré de mirar las revistas de señoras que esconde mi hermana en su cuarto..."
— Había empezado a sentir cierto pudor, me sentía como un mirón, por lo que me dirigí al viejo.
• De acuerdo. No se como lo has hecho, pero como truco es de coña.
• No lo hecho por el truco, -que los tengo mucho mejores- como dices tu, sino para que entiendas como funcionan las cosas en realidad. Me has hecho ciertas preguntas y te he dado la impresión de que me escapo de contestar porque no tengo respuesta.
• Hombre, la cosa ha sido decepcionante.
• No es eso. Has oido la oración de ese niño inocente -si dejamos correr el detalle de la pornoqrafía lésbica de su hermana-. Quiere vivir en un hogar donde sus padres no se peleen y divorcien. ¿Quien le negaría eso? Quiero decir que muchos -sobre todo los ateistas como tú- se quejan de que las plegarias no son escuchadas. Lo cual presupone que o no existo, o que soy un sadico que no hace ni caso...
• Si...
• Únicamente hay unas restricciones.
• ¿Restricciones?
• Indudablemente, Fernandito, y sobre todo su hermana la lesbiana, van a sufrir el divorcio de sus padres. Pero no puedo concederle lo que pide porque su madre se casará después con un buen hombre que la idolatrará. Su padre se juntará con una pelandusca que le sacará los cuartos, lo que le llevará a replantearse sus relaciones y le convertirá en un padre mucho más amante de lo que hubiera sido nunca. Fernandito y su hermana lo superaran.
Además, para evitar ese divorcio tendría que forzar las mentes SEGUIR AQUI
NO PUEDEN CONCEDERSE COSAS QUE PERJUDICIALES PARA TERCEROS O QUE ALTEREN LA VOLUNTAD
EJ: SOY COMO UN GUARDAGUJAS QUE ENVIA EL TREN HACIA UN ANDEN U OTRO PERO EL TREN SIGUE SU VIAJE HACIA SU DESTINO NO SE PARA DONDE NO DEBE NI DA LA VUELTA
SE TRATA DE ELEGIR ENTRE LAS N TRAYETOS COMPATIBLES CON LA LEY DE LAS COSAS. Por lo tanto, lo que llamamos sobrenatural o milagroso tiene poca cabida
La LEY DE LAS COSAS: SU OBJETIVO ES PERMITIR LA EKISTENCIA DE INFINITOS UNIVERSOS AUTOSOSTENiIDOS Y AUTOSUFICIENTES. LA VIDA, LA CONCIENCIA, Son producto de este universo y de sus reglas. Algunos científicos se asombran de que las métricas de este universo parecen ajustadas al milimetro para permitir la vida. Asi es, pero justo al reves. La vida existe porque vuestro universo es así, no es que el universo sea así para permitir la vida. HAY UNIVERSOS DONDE algo parecido a lo que llamáis ndeterhinacion cuantica se manifiesta en el nivel macroscopico. ¿sabes lo que ocurre allí? Lisa y llanamente que la vida no prende.
¿que si PUEDO CAMBIAR LA LEY DE LAS COSAS PARA QUE VIVIERAIS EN UN UNIVERSO SIN MUERTE, enfermedad y maldad? Podría pero todos los universos que existen dejarian de existir. No habrían existido nunca.
Cerrar la oración del niño aquí





— Lo he hecho por las oraciones. Que es una de las racionalizaciones más típicas que utilizais para volveros ateistas.
— ¿Hay algún tipo de oración que te conmueva más?
— Como es natural. La del pontífice máximo me gustaba mucho, por ejemplo...
— Vaya novedad. La oración del Papa, claro.
— Estaba hablando del pontífex máximus de Roma, no la del obispo de Roma. Los romanos antiguos, no los cristianos...
Patidifuso. Completamente patidifuso. Este Tipo tiene que estar quedándose conmigo.
— ¿Me estas diciendo que te refieres al culto pagano de la antigua Roma?
— Paganos, lo serán pa ti. Mira que oración más curiosa: “Júpiter Óptimo Máximo (que por cierto significa “el mejor y más grande”) o cualquier otro nombre que tengas y por el que quieras ser adorado... Te das cuenta que humildad, que falta de antropocentrismo. Ese tipo de cosas son agradables a Mis ojos, como es natural. Y práctico, además.
— Como es natural. Y práctico claro.
— Sigo. “Esperamos que este sacrificio de un buey blanco sin macula (por importe de 300 denarios)”, o lo que fuera, aquí siempre decian el precio, exagerando un pelín, claro.
— Claro. (embobado)
— “te sea agradable y nos concedas el bienestar del pueblo romano y la protección a sus justos magistrados...” Es que el pontifex maximus, era o había sido magistrado generalmente. Ya sabes, por mi y por todos mis compañeros, pero por mí el primero.
— Claro. (seguía sin dar crédito)
— “ y cualquier otra cosa bla-bla-bla, es lo que de ti esperamos, Júpiter Óptimo Máximo, o cualesquiera otros nombres que tengas y por los que desees ser adorado, y por lo que te ofrecemos este sacrificio...” Aquí, si la situación lo aconsejaba volvían a repetir el precio de la ofrenda, pero era más de cara al público que por repetírmelo a Mí. “...que esperamos haber realizado debidamente”. ¿Te das cuenta? Qué llaneza, qué sinceridad. Eran unas oraciones muy agradables.
— Pe-pero, ¡eran politeistas!
— Mejor, tocaba a más. Y más variado.
— Pero, pero, la religión romana era una cuestión pública, política. Seguro que a ese pontifex maximus lo mismo le daba llamarte Júpiter, que Manolete. ¡Te estaba proponiendo un soborno descarado y además te exigía cumplir el trato! No había religiosidad, ni piedad verdadera.
— Eso lo dirás tú. Todo lo contrario, eran muy piadosos. Y en todo caso era Mithra, no Manolete. Una pequeña tribu caucásica de antes de Yeshua me llamaba Mannu-lethia, pero eran pocos y desaparecieron como cultura .
— No me parece...
— Mira, ¿por qué no intentas verlo desde Mi punto de vista? Era colorista, entretenido y a la vez humilde y respetuoso a su manera. Además ten en cuenta que no eran profesionales.
— ¿Profesionales? ¿profesionales? (en falsete)
— Claro, no eran sacerdotes full-time como los de muchas otras religiones. Imagínatelos, bajaban ellos muy dignos por el foro hacia el altar de sacrificios, con sus togas enlucidas...
— Si, endomingados, vamos.
— Efectivamente. Con sus mejores galas y muy concentrados, porque era requisito irrenunciable que el ritual se realizara sin equivocaciones ni tropiezos. Si no era así, lo repetían cuantas veces hiciera falta hasta que saliera bien. No me negarás que eso es dedicación y alto nivel de exigencia. Y no como en otros cultos modernos que si no llegan medio sobados a la misa o rito, me los soba el oficiante mediante un tostón que la mayoría de las veces ¡ni siquiera tiene que ver conmigo!
— Eemff...
— Sigo. Y además eran unos guasones. A veces el colegio de pontífices elegía para conducir los ritos a un conocido tartaja. Imaginate en mitad del ferragosto romano, al tartaja y a los demás, sudando la gota gorda. El tartaja para no trabucarse, no tener que repetir y que al final lo tiraran al Tiber por la parte de la cloaca máxima. Y el resto del colegio, rogando con todo su corazón que el tartaja no liara el rito y hubiera que empezar de nuevo. ¡Eran entretenidísimos!
— O sea que te parecía bien que se lo tomaran a cachondeo.
— No, la guasa era entre ellos. Con respecto a mí, lo vivían como parte del sacrificio. Te aseguro que ninguno se me sobaba en mitad de la función.
— Pero...
— Sigo, que no he terminado. Y luego llegaba la victima sacrificial. Si era posible un buey o dos completamente blancos, sin mácula. Anda que no daban vueltas para encontrar el sacrificio apropiado. Dedicación al tema, como te digo.
Cada vez me parecía más delirante. Ahora iba a resultar que los romanos, civilización por muchos motivos admirable, tenían un concepto de la religión más acorde con los gustos de Yagüe que los ciudadanos del siglo XXI. Si esto era así, algo iba muy mal, pero que muy mal.
— Y anda que no podían salir cosas mal cuando metes en la ecuación a un cuadrúpedo de 600 kilos, que pese a no ser muy inteligente, siempre olía la sangre de anteriores sacrificios. Y claro, se mosqueaba. No se lo ponian facil, no. Dedicación y exigencia.
— No pretenderás decirme que te gustan los sacrificios de sangre. Creía que eso le iba más bien a la competencia.
— ¿Qué competencia?
— Satán, Belcebú, Lucifer, el diablo.
— No tienes ni idea. Ya hablaremos de eso. Pero dejame continuar y no me interrumpas. Cómo te iba diciendo, tocaba entonces ejecutar el sacrificio propiciatorio. Y allí aparecía el matarife, ese si que era un auténtico profesional, con una maza y un cuchillo. Y como era un profesional, y no quería problemas, las más de las veces hacía trampas...
— ¿Trampas? ¿Te hacían trampas?
— A Mí no, impertinente. Al pobre animal, que algunas veces llegaba tan drogado que se espatarraba antes del mazazo.
— ¿Mazazo?
— Si, mazazo. Y no me lo daban a Mí, por si acaso lo quieres preguntar, sino a la bestia para que sufriera lo menos posible cuando la degollaban. Y no vayas a repetir “¿Degollaban?” que te veo venir.
— Por favor, dime que no eres un bárbaro sediento de sangre y que no aprecias ese tipo de sacrificios. Y en la vena en que estas, me da miedo preguntarte por los sacrificios humanos.
— No es eso, ni mucho menos. Pobres animalitos. Pero no me negarás que demostraban...
— Dedicación y exigencia, ya lo se.
— ¡Y menos tacañería, contro!
Me tranquilizó comprobar que esta Divina Acémila por lo menos evitaba las palabras malsonantes.
— Porque mira, al final a todas las civilizaciones humanas al final se os ve el cartón por la pasta. El dinero, o su traducción en esfuerzo o trabajo. Si os podeis ahorrar algún recurso, lo haceis. Sobre todo, las castas sacerdotales. Anda que no ha habido religiosos que han vivido a cuerpo de rey consumiendo lo que, en principio, eran sacrificios para Mí. Y no es que yo sea exigente o codicioso. Un trozo de pan seco o lavarse con arena son cosas que acepto perfectamente. Pero lo que no me gusta es el desfalco y la hipocresía. Y ya que hablamos de pasta, 300 denarios por un buey blanco perfecto, me parece un sacrificio más generoso que un trozo de pan sin levadura y un chupito de vino, las cosas como son. Siempre me ha parecido una metáfora muy conveniente. Tenía su lógica cuando se era una iglesia perseguida, pero después de centenares de años como culto oficial, me resulta un pelin rancio.
— Me dejas de piedra.
— No, no creas. Jo-jo-jo puedo dejarte mucho más de piedra, de piedra de sal, jo-jo.
No quise ni pensar en la bromita. Bastante tenía con el mogollón mental que me había creado la conversación.
— Y que conste, ya que has sacado el tema de los sacrificios humanos, que me repugnan enormemente y que nunca los he aceptado, que luego empiezan los rumores y malentendidos.
— Me tranquilizas.
— Pues claro, hombre. Y no sólo los rechazo de plano sino que cuando surje la oportunidad acabo con ellos.
— Ah si?
— Si. Sin ir mas lejos y ya que hablábamos de romanos, los habitantes de Kart Hadash me adoraban mediante la invocación a Melkart, Baal y Astarté...
— Melchor, Gaspar y Va-a-saltar? (me lo había puesto a huevo)
— No, graciosillo. Mediante un aspecto heroico como Hercules, un aspecto proteico como Gran Becerro y mediante el aspecto femenino de Diosa Madre o Prostituta Sacra. (y no me hagas comentarios a esto).
— Que eran muy completos, vamos.
— Para lo que les gustaba el parné, eran bastante devotos. El caso es que como Baal, el culto tenía algunos aspectos macabros. Aunque no tanto como algunos historiadores modernos creen. Pues bien, el templo como trasunto del infierno...
— ¿El infierno? Estoy empezando a creer que me has colado un golazo y en realidad eres El Otro, el contrario.
La verdad es que me daba miedo llamarlo por su nombre. ¿pero que clase de Dios estaba resultando este Yagüe?
— No digas chorradas. Ya te hablare de ese tema que me tiene quemao.
— Nunca mejor dicho, Jé.
— Oye esto del sentido del humor humano puede llegar a resultar cargante, o soy Yo?
— No me hagas caso y sigue que te he interrumpido.
— No se trataba del infierno cristiano; pero a lo que iba, en el templo cerca del sotano, existía una parte llamada Tofet que era un almacén de ofrendas como si dijéramos y un cementerio infantil. Los niños que morían antes del año o los prematuros, se ofrecían a Baal. Era una manera de devolver parte de la vida que Baal había dado al pueblo. Además ofrecía una ceremonia consoladora a los padres del niño muerto. Les ofrecía sentido. Por esto te decía antes que no era tan macabro como parecía.
— Entiendo, al fin al cabo ya estaban muertos.
— Exacto. Pero las prisas son malas consejeras, ya sabes, y la guerra... pues eso.
— ¿Eso?
— La guerra con Roma parecía ir bien pero el enemigo se recuperaba prodigiosamente de sus derrotas. Los Kena’anni llegaron a la descorazonadora conclusión que pese a realizar la guerra perfecta Roma no se dejaría vencer. Y alguien pensó que hacía falta un sacrificio importante. Pero no había tiempo para recopilar niños ya muertos. Asi que, los mataron especialmente para la ocasión y arrojaron sus cuerpos a la caldera de fuego que rugía en el vientre del Gran Becerro. En su descargo diré que la clase dirigente incluyendo algunos sacerdotes del culto ofrecieron a sus hijos o nietos en vez de arrebatárselos a otro. No podía dejarlo pasar, asi que poco tiempo después Roma los aniquiló casi por completo y desparecieron como cultura. Hasta sembraron de sal las ruinas de la ciudad para que fuera imposible su renacimiento.
— ¿Tu le hiciste eso a los Cartagineses?
— Digamos que no hice nada por impedirlo. En la generación que trascurrió desde este primer hecho abominable hasta su destrucción como pueblo, desgraciadamente lo repitieron varias veces, cada vez con pretextos más fútiles. Se destruyeron ellos mismos. Se convirtieron en una cultura de muerte. Y eso nunca llega muy lejos.
Jodel con el Abuelito.

— ¿Y los aztecas, los incas y otros pueblos precolombinos?
— Buuff... Eran tremendos. Hombres, mujeres, ancianos, niños; nadie se salvaba de ser sujeto de sacrificio. Las formas de sacrificio eran variadas: decapitación, extracción del corazón o entrañas, despeñamiento, flechamiento, emparedamiento, ahogamiento, asamiento, lucha ritual y algunas otras más. Pero eso no era todo. A veces, comian parte de los cuerpos en un banquete ritual y se vestían con las pieles desolladas de las victimas.
— Pues si que eran tremendos, si. Y todo ello en tu honor. ¿Cómo era aquello? ... Sssi, seguro que lo hacian con total “dedicación y exigencia”.
— ¡Eso es muy injusto!

El tiempo era magnifico para pasear. Pero no lo suficiente para que pasado un rato volviera a preguntarme que demonios hacía andando a lado de aquel megafriqui. Estaba cavilando tan concentrado que no me di cuenta de nuestro destino hasta que nos encontramos delante. Allí estaba, a la entrada de mi antiguo colegio.

¿Qué pintamos aquí?

Ya se que te trae recuerdos, pero para mostrarte lo que quiero necesito a los niños.

Intenté ahuyentar cierta prevención que la mención a los niños despertó, pero la curiosidad me vencía.
Espero que se comporte, porque aquí me conocen. Estaría bueno que veinte años después me volvieran a expulsar.

Cruzamos la puerta, avanzamos por los patios de recreo y llegamos a las puertas de la iglesia. Dentro se oía el órgano. Él empujó una de las hojas y entramos. E iniciamos un viaje en dirección a mi pasado.
Inmediatamente, el pasado me golpeó en la cara. Sin duda, nos encontrábamos en mitad de una confesión general. De vez en cuando, varias veces cada curso, después de la consigna diaria se alteraba la rutina habitual.

Lo normal era comenzar el día con una charla de diez minutos, que, en tono cuartelero, se llamaba consigna. Los temas variaban desde lo sublime hasta el aviso de carácter práctico; como anunciar, que a causa de un accidente, la moda de jugar al robaterrenos se declaraba fuera de la ley. Viéndolo con perspectiva, no podía ser de otra manera. Ningún adulto responsable es feliz ante la perspectiva de que cientos de niños a su cargo, sean portadores de una panoplia de armas blancas, que empezaba con el típico destornillador de bolsillo, y terminaba en machetes "king size" que harían palidecer de envidia al mismísimo Rambo.

Pero el Prefecto de Formación era astuto, de modo que ningún juego, cuyo auge se iniciaba tan misteriosamente como comienzan las modas, estaba prohibido por principio. La regla no escrita era que solo se reprimían si resultaban peligrosos. De esa manera, con mucha gramática parda, los curas evitaban el atractivo de lo prohibido. Así pues, sin excepción, a los pocos días del comienzo de cada campaña; se anunciaba en la consigna que un alumno del curso equis nunca olvidaria el juego del robaterrenos gracias a los quince puntos que había recibido en la pierna. Por lo tanto, y sintiéndolo mucho se declaraba actividad prohibida, y se desplegaba la batería de medidas acostumbrada para asegurar el cumplimiento de la ley seca: entrega voluntaria de los elementos cortantes o punzantes, requisa obligatoria para los recalcitrantes, y amenaza de expulsión fulminante para los que fueran sorprendidos portando el consumado o practicando la actividad delictiva. El hecho de que siempre fuera imposible localizar al idiota que había causado la prohibición, solo me ha hecho sospechar de forma retrospectiva. Cuando preguntábamos a los curas, se escudaban en el deber de proteger la identidad del pobre capullo que le había fastidiado la diversión al resto de sus compañeros. Con eso de decir el pecado pero no el pecador, podían meternosla doblada.

Sin embargo, a veces, la consigna se ocupaba, como ya he dicho, de cuestiones más elevadas. Podía ser el trailer de la conferencia que por la tarde nos daría algún padre recién llegado de misiones. Como trailer era más bien engañoso, ya que viviendo el auge de la teología de la liberación, el tono de la conferencia principal no podía evitar dirigir cierto vitriolo hacia nosotros, los hijos burgueses de un país rico. Sin embargo, como ya digo, en la consigna de la mañana, el artista invitado aparecía todo simpatía, supongo que para asegurarse el lleno de la tarde. ¡Cómo si la asistencia al acto fuera voluntaria!
Pero las más de las veces, la consigna era el monologo de uno de los actores de reparto. A mayor altura en el escalafón, mayor calado y enjundia del tema. Es una pena que acudiéramos igual de dormidos, a las charlas del Padre Rector, un doctorado por la universidad de Berkeley, que a las del Padre Espiritual de los pequeños de la EGB, que se había doctorado en sintonizar con su audiencia infantil. Aunque para hacerle justicia, hubo un día en que resultó bastante más interesante. El padre, seguramente montado a lomos de su propia retórica, fue abandonando progresivamente su acostumbrado tono simplón para culminar la consigna ofreciéndonos precisamente eso, una consigna. Con voz tenebrosa nos enteramos de que “Europa ha abandonado el cristianismo para arrojarse en los brazos del eurocomunismo”.
Ni que decir tiene que segundos después abandonó la escena al estilo de los dibujos animados: sale un bastón desde el lateral, le engancha del cuello, y ¡zas! el personaje hace mutis instantáneo. Un mal día lo tiene cualquiera, pero en terminos generales, la Compañía de Jesús procuraba no proyectar una imagen ultraconservadora.
Pero hoy era uno de esos días en los que al terminar la consigna se anunciaba que en lugar de la habitual opción entre “trabajo personal” y “misa voluntaria”, lo que tocaba era confesión general. Si no querías confesar, podías salir directamente al recreo. Así, sin más. Pues bien, no recuerdo haber acudido a ninguna “misa voluntaria”, pero tampoco recuerdo haber osado saltarme ninguna confesión general. Y eso que me dieron motivos.

Si me preguntan que hechos e influencias pueden dirigir a alguien hacia el ateismo, sin dudar les diré que el surrealismo dadaísta resulta bastante corrosivo para la fe. Y si no, juzguen por ustedes mismos.
Estaba, como ya se imaginan, en una confesión general. El truco era terminar de los primeros para disfrutar del mayor tiempo posible de recreo extra. Como comprenderán, confesar a mil quinientos preadolescentes en una hora suponía un desafió logístico mayúsculo. En realidad, los confesandos no eran mil quinientos, ni mucho menos, porque podías quedarte rezando o meditando durante el tiempo de la confesión general; y eso era lo que hacía la inmensa mayoría. Era la opción prudente: se evitaban los peligros del sacramento, y tambien se evitaba que te ficharan por pasarte de listo y salir al recreo. Como no es dificil adivinar, no había huevos para salir directamente al patio de recreo sin confesar. Sin embargo, si pasabas por la penitencia, y lo hacías de los primeros, entonces si que podías disfrutar del recreo extra con total impunidad. En cualquier caso, los padres requerían refuerzos para hacer frente a la demanda sacramental.
Las amplias instalaciones del colegio incluían una residencia. En plan casa cuartel pero con una Compañía de Jesús en lugar de una compañía de la Guardia Civil. Cuando un fámulo bajaba a la farmacia de la plaza a comprar compresas y pañales desechables, no era, como nuestra maldad de miliciano anarquista quería creer, porque tuvieran barraganas escondidas que les habían dado hijos. La causa de tan improbable pedido era la incontinencia de alguno de los jesuitas ancianos que esperaban el momento de partir hacia la vida perdurable en la residencia. Allí estaban, a diferencia de otros viejos aparcados en asilos, esperando la muerte rodeados de su familia, la Compañía. Esas huestes componían los refuerzos del bando de los confesores. Cuando uno decidía optar por la confesión como el camino más rápido hacia el recreo, que no hacia el cielo, se veía enfrentado a la sublime decisión de elegir la cola del confesionario más adecuado. Era todo un arte.
Porque vamos a ver ¿qué adolescente en su sano juicio le va a contar sus peripecias con el sexto a un tipo que luego es su profe de religión? ¿Le vas a confesar al señor cura que has aprobado con chuletas la química cuando resulta que debajo del clergyman está tu profesor de química? Y en otro orden de cosas, si el confesor te conoce, las confesiones tendían a ser mas largas y concienzudas, ergo la cola iba más lenta, ergo perdías tiempo de recreo. Así pues, en ese día de confesión general, en la cumbre de mi arte, otee el horizonte y rápidamente detecté un confesionario regentado por el confesor ideal: cura anciano, tan desconocido el para mí, como yo para él.

La cola marchaba más ligera que ninguna y pronto me toco el turno.
Ave María Purísima.

Sin pecado concebida.

Hace (calculé mentalmente la fecha de la última confesión general) dos meses que no me he confesado y mis pecados son estos...
Y hasta aquí puedo leer como dicen en los concursos de la tele. No querrán violar el secreto de confesión que es casi tan sagrado como el secreto de sufragio; aunque sea todo mentira. Baste decir que me despaché con una faena de aliño; que si había desobedecido a mis padres, que si había mentido, que si había sentido envidia (mentira, en aquella época no envidiaba a nadie porque como buen hijo único me creía lo que me decían mi madre y mi abuela; a saber, era el más guapo, el más listo y el más todo). Como toque magistral de mi fabricación, me permití el lujo de ponerle una gota de picante al asunto; y como iba sobrao confiando en mi anonimato, concedí que “había tenido pensamientos (que no obras, por favor) impuros”. Y con esto terminaba mi representación. O eso creía yo. El cura salió de su letargo con una energía insospechada.

¿No tienes nada más que confesar?


Oh-oh. Alguien no se está ajustando al libreto. Pero yo era un confesando experimentando, y tiré de repertorio con bastante oficio. Lancé un par de capotazos con los que de seguro saldría del trámite. Pero no, aquel burrisiego cojitranco, resultaba que escondía un morlaco que iba al bulto.
Si, si, pero ¿seguro que no quieres confesarte de algo más?

Eeh...no se Padre, creo que ya lo he confesado todo...

Siendo así, no voy a poder darte la absolución.


Me estaba empezando a poner nervioso. Miraba hacia atrás por el rabillo del ojo, y veía al compañero que estaba esperando su turno señalando su reloj y haciendo muecas. Era evidente que estaba empeorando el tiempo medio por confesión. Todo el mundo se había confesado en un pis-pas, y allí estaba yo, atascado sin absolución. La posibilidad de que el Prefecto de Formación o alguien así se fijara en el numerito, era preocupante. Había que tirar por la calle de en medio. Así que me iba incorporando mientas le decía:

Bueno Padre, yo... de todo corazón, lo siento pero no se que más...


Con firmeza se apoyó en mi hombro. No podía incorporarme. ¡Atrapado! Toda mi hubris se había esfumado. Empezaba a arrepentirme, muy mucho.

Recapacita hijo. Sabes que así no puedo absolverte.


¿Así? Eso debía significar algo. Pero ¿qué?. Piensa, piensa.. Rápido. ¿Por qué habré tenido que elegir esta cola?
Mientras algunos detrás de mí se empiezan a cambiar de confesionario. Hay un pequeño altercado porque un listo intenta colarse durante el cambio.

Padre, si usted me ayuda... Quizás...

¿Qué paso el otro día en el tránsito de septimo?



Uy, uy. Hace dos años por lo menos que no paso por allí.
Este tío se está confundiendo de persona.

No lo se, padre.

Alguien había perdido un boligrafo BIC. Yo lo encontré tirado en el pasillo, y lo coloqué encima de un radiador por si su dueño volvía sobre sus pasos para recuperarlo. Al poco rato pasaste tu y cogiste el boligrafo, que no era tuyo.

Ahora empezaba a estar seguro de que el pater tampoco había estado en el transito de septimo desde hace una pila de años. ¡Maldita sea mi estampa! Había dado con un cura senil. ¿Por qué no podía ser mío el dichoso boli BIC?

Padre, le aseguro que yo no he sido. Es decir, me está confundiendo con otro alumno...

Mientras mantengas esa actitud no puedo absolverte porque no estas confesando todos tus pecados. Claro que eras tu, me acuerdo perfectamente de tu cara.

Aquello se estaba pasando de castaño oscuro, pero al fin y al cabo ¿que mas daba confesar pecados inventados por uno mismo o inventados por el confesor? Le miré a los ojos, y era evidente que el cura la estaba gozando. Se sentîa útil de nuevo, seguramente. Así que concedí.

Me acuso de coger un boli BIC que no era mío de encima de un radiador del transito de séptimo.

El cura me miró con expresión de triunfo y continuó.

Ego te absolvo...a peccatis tuis ...in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Tengo que imponerte una penitencia mayor, para que la proxima vez el pesar por las ofensas sea completa. Has negado tres veces el pecado, como Pedro.

Como Pedro, de piedra, me quedé. Veintitantos años después, encontrarme en medio de una confesión general seguía teniendo su aquel.
Este condenado viejo sabía como conmover las entrañas del personal. El viaje había hecho escala en mi pasado. Qué otras estaciones iba a visitar este viaje?

Sonreía, pero era una sonrisa agridulce. No me dio buena espina, no presagiaba el tipo de respuesta que deseaba oír. Haciendo el esfuerzo de moverse bajo una carga pesada, levantó la cabeza y me miró. Sus ojos cambiaron a ese color fondo de pozo que daba vértigo.

Pues al final va a resultar que hay truco. Debes elegir una pregunta. Piénsalo bien.

¿Y eso por qué?

Si te digo que el conoce las dos respuestas se convierte en polvo, ¿te lo creerías?

Más bien no.

De momento dejémoslo así. Confía en Mí, por favor.

Qué conveniente. Así que tengo que elegir, eh? Pues mira, me preocupa el tema del “Rapto”. Un montón de gente cree que la Segunda Venida será precedida de un rapto en el que todos los buenos cristianos serán recogidos para evitarles el periodo de Tribulación, donde Cristo físicamente dirigirá una guerra que exterminará a los malos y someterá a Satán. Después de la victoria, viene el Milenio, mil años de “Reich” dirigido personalmente por Cristo y los Santos. Cumplidos los mil años, Tú liberarás a Satán, que conseguirá que se alce otro ejercito contra el régimen terreno de tu Hijo. Evidentemente, pierden los malos de nuevo, y entonces ya si que a la “refinitiva” se produce el Juicio de todos los que han existido. Los malos al mar de fuego, los buenos a disfrutar en un nuevo cielo y una nueva tierra no contaminada.

Me miró muy interesado por el cuento, pero no rompió el pesado silencio.

La gente muere de formas ridículas por este tipo de creencias. Un fulano barbudo resulta que va a una fiesta toga y para hacer la gracia lleva unas cuantas muñecas hinchables vestidas y llenas de helio en su furgoneta pick-up. Las muñecas se sueltan y ascienden hacia el cielo, mientras el tipo se baja del vehículo y exclama brazos en alto: ¡Volved!. Una cristiana renacida que se cruza con la escena mientras viajaba con su familia, cree que está viendo al mismísimo Cristo raptando cristianos en dirección al cielo, y cómo no quiere perdérselo, ¡se tira en marcha desde su coche! Y se mata, claro. El asunto es que cuando crees que en cualquier momento va a venir Cristo a hacer limpieza, para que molestarse en cuidar la naturaleza o pensar en las generaciones venideras. Imagina lo que puede pasar si el responsable de custodiar un botón nuclear profesa este tipo de creencias.

El Viejo pasa de mirarme con cara de no entender nada a asentir con la cabeza. Él, generalmente tan parlanchín, sigue callado.

Así, que la pregunta es importante, pero por otro lado, lo que me has contado sobre la Trinidad y el Rabino Yeshua, no parece cuadrar mucho con toda esta historia del Juicio Final. Nos faltaría un personaje importante para a trama.

Bueno, sí. Pero desde el punto de vista lógico, no puedes descartar la posibilidad del Har Megiddon a priori.

Si, de verdad eres quien eres, por lo poco que he visto hasta ahora; no me pega nada. Lo siento, pero no te imagino llegando encima de una nube fulminando al personal.

Hombre, gracias, supongo.

Pero si podrías decirme si hay alguna amenaza planetaria a la vuelta de la esquina.

Creo que para intuir las posibles amenazas planetarias, no me necesitas a mí. En cualquier caso ¿Estas seguro de que quieres saberlo?

Ya empezamos. Te escurres entre los dedos. Entonces dime que ocurre después de morir.

La incertidumbre sobre la mortalidad es parte constituyente de la naturaleza humana. No puedo hacerte eso.

¡Geeenio al canto! O no me conviene conocerlo, o tu no puedes contármelo. Bien. Bueno, no sé llévame a dar un paseo por la Roma de Cesar. Es algo que siempre me ha hecho ilusión.

En este modo de existencia no puedo hacerlo. Pero más que eso, es tu forma de existencia la que no puede viajar sin más al pasado. Tendría que transformar tu modo de existencia, cambiar el mío, y entonces estaríamos (que no viajaríamos) en potencia capacitados para ver lo que para ti, en esta forma de existencia, es el pasado. Al transformarte, se perdería tu yo actual. No serías tu, el “viaje” no serviría para nada. Conseguir lo que quieres sumaría tantas violaciones de la Ley de las Cosas, que destruiríamos tu universo.
Hay algo que debes entender, dentro de los atributos supremos de Mi Ser, uno de los fundamentales, es la Coherencia Absoluta.

Mira, esta conversación es muy interesante, pero ya voy viendo hacia donde va. Muy convenientemente, no es posible una demostración de tus divinos poderes. O sea que le estas pidiendo fe a un ateo. Tiene guasa la cosa.

Déjame pensar... Creo que puedo darte una prueba y hacerte comprender otras cosas. Acompáñame a una Iglesia.

Hacia años que no pisaba una Iglesia. Ahora iba a hacerlo junto al supuesto inquilino/casero. Nada más y nada menos.

Después de las consabidas veinte vueltas de rigor, conseguí aparcar el coche en una plaza de residente. Estaba cansado y confundido. ¡Será posible! ¿Por qué el viejo chiflado se quedó con mi copla? Debe de ser por algo que tengo en la cara. Siempre he tenido la sensación de que atraigo a los mendigos, a la gente que necesita preguntar una dirección, y a los timadores en busqueda de un primo. Y no me gusta, por que nunca he sabido si tomarmelo como un cumplido u ofenderme. No se si el projimo me ve como un "buen burgués" o directamente como un panoli. Nunca se me olvidará la vez que, siendo un adolescente, repostaba en la gasolinera con mi Ford cochambre Fiesta de quinta mano, y un motorista me preguntó si tenía cambio de cincomil pesetas, ya que por lo avanzado de la hora solo se servía importe exacto. Miré a mi alrededor y no pude evitar darme cuenta de que no era el único parroquiano repostando. Había otros dos clientes más y eran los orgullosos propietarios de un BMW y un Mercedes. Me dieron ganas de decirle al motorista: ¿De verdad crees que soy el que tiene más pinta de llevar cambio de un Carlos III? ¿O estas intentando quedarte conmigo?.
Tambien me siento perplejo cada una de las innumerables veces que, yendo de turista -plano y cámara en ristre- un indigena se acerca a preguntar por una dirección. ¡Pero tio! ¿Acaso no ves la pinta de guiri que tengo? Pues no. Parece que no se coscan. Y ya entrando en el terreno del timo, siempre sonrio al recordar el dia que saliendo de la M-30, un fulano me hizo señas para que parara. Su cara de angustia lo consiguió. Tuve que soportar una confusa explicación -esta vez el guiri era el- sobre que era un transportista que acababa de descargar en el cercano Corteinglés de Mendez Alvaro; y unas cajas de mercancía que habian quedado olvidadas en el camión. Naturalmente, debía reemprender viaje inmediatamente y quizá yo podría estar interesado...
Con un aplomo digno de mejor causa le corté el rollo.

¿Gratis?

Naturalmente me miró con una cara que decia: "¡Eh, que se supone que el timador soy yo!", y se deshizo en excusas balbucientes para despedirse con rapidez. Siempre me ha quedado la duda de si se trataba de una simple venta con descuento, o si había que seguirle a un apartado rincón para ver la mercancía, donde uno podía ser desvalijado con toda comodidad. Tambien me gustaría saber cuanto tuvo que esperar el improvisado mercader para encontrar un listo a quien perpetrarle el negocio.

Terminé estos pensamientos con un profundo suspiro. Y volví a pensar en que la peripecia con el viejo tenía algunos detalles extraños. Misterios sin resolver o expedienteequis. Para empezar, pese a haber compartido un buen rato con el tipo, me di cueta que era incapaz de recordar su aspecto. Sombrero negro con cinta de terciopelo, barba blanquísima y ricitos, el abrigo de buen corte, pero poco más. Por ejemplo, sus ojos cambiaban del gris claro al negro fondo de pozo, según miraran al horizonte o se fijaran en mis pupilas. El resto de sus rasgos se escurrían del ojo de mi memoria. Bueno, no todos. Estaba razonablemente seguro de que el viejo era bastante fornido. Suspiro.
Si no fuera porque es imposible, al menos un par de veces ha conseguido que hiciera movimientos en contra de mi voluntad. ¡Qué cosas tiene la mente! Algún truco de mentalista, seguro. Mentalista, técnicas de ”cold reading”. ¡Claro! La carpeta con los papeles del curro. De ahí ha sacado mi nombre, ha podido leerlo, seguro que lo ha leído. Por fin, la explicación racional. Pese a todas las apariencias, nunca falla.
Con una gran sensación de triunfo, alargué la mano para abrir la puerta del coche. Pero oí detrás de mí el cierre de una puerta antes de que pudiera abrirla. Algo andaba mal. Miré en el retrovisor y ahí estaba sentado el maldito viejo. Pegué un brinco en el asiento, bastante histérico.
¡SALGA DE MI COCHE! ¡FUERA, FUERA!

Caaalma en la barraca.

Y me tocó levemente en el hombro. Toda mi angustia e ira se hizo humo.
Aun así intenté resistirme.

No vuelva a tocarme.

¡Que carácter! Concédeme un par de minutos, después si así lo quieres no volverás a verme jamás.

Dos minutos.

Sabes quien soy. O al menos, lo sospechas. Eres curioso. No me digas que la posibilidad no te resulta fascinante.

Uy, si, fascinadito estoy. No se quien es usted. Si sospecho quien dice que cree que es; y eso si que me tiene fascinado. Vaya cuadro psiquiátrico.

Fue a decir algo pero se lo calló, tapándolo con una sonrisa. Una sonrisa cariñosa que me desconcertó.

Ya que vamos a ello, no entiendo que hace Su Divinidad entrándole a desconocidos en el parque para enredarse en cháchara, en lugar de establecer la paz en el mundo, terminar con el hambre o curar el SIDA. Pero en cualquier caso, ¿qué pinto yo en todo esto? ¿por qué yo? ¿qué es lo que quiere de mi?

Lo que quiere todo el mundo. Alguien con quien poder charlar. Soy nuevo en la ciudad como si dijéramos. Si te hubiera dicho que era un antropólogo o algo así, seguro que estaríamos todavía pegando la hebra.

¡Guaau! Me siento halagado, el Mismísimo valora mi opinión.

Eso sé que es sentido del humor, pero no resulta divertido...

Se llama sarcasmo, Su Divinidad.

Lo de “Su Divinidad” entonces también es sarcasmo.

Si pudiera me postraría de hinojos ante Su Percepción Divina.

Bueno, vale, ya he cogido la idea.

Pues está de suerte, porque yo no. Resumiendo: Si es Dios, no me necesita para nada. Si no lo es, no pinto nada andando con usted por ahí. Además, tengo un precio.

¿Qué precio?¿No te parece un poco rancio el regatearle a Dios?

Lo que sería es estúpido perder la ocasión. De todas maneras, el precio sólo tiene sentido si de verdad resulta ser una parte de quien dice ser.
Vamos allá, supongamos por un momento que lo soy. Tengo curiosidad por saber tu precio. Ahora comprobaremos si me he equivocado contigo. ¿Qué va a ser? Riquezas, poderes, vida eterna, ...

Me quedé un poco parado. Quizás el Viejo había acertado conmigo. Ni se me había pasado por la cabeza pedirle la vida eterna, supongo que por puro escepticismo. Respecto a los poderes y las riquezas, esta visto que no valgo para los concursos televisivos: soy de los que persiguiendo el coche, pierdo el apartamento y también el buga. Qué le vamos a hacer, sigamos adelante. De la necesidad, virtud. Me llené de suficiencia y continué.

Nada de eso. El verdadero poder está en la información. Quiero saber la verdad. O mejor aún, La Verdad. Quiero saber qué pasa después de morir, y quiero saber si hay un fin del mundo, un juicio final, el Armageddon, o lo que sea. Y cuando, claro. Y no me valen truquitos tipo genio de la lámpara. Ni respuestas paradójicas, ni malgastar el tercer deseo para arreglar los desaguisados derivados de los dos primeros.

No me estarás comparando con un engendro producido por la magia negra.

No comparo nada. Sólo quiero dejar muy claras las condiciones. Para que nadie pueda llamarse a engaño, lo que quiero saber es que me espera a mí como individuo con relación a la muerte; y que le espera al género humano. Si tiene una fecha de caducidad prevista; y cómo. Es sencillo.

Sinceramente, en ese momento no supe si me acababan de contar el secreto del universo, o me estaban vendiendo una moto recién chorada. Pero si era la Verdad Última, era sorprendentemente inteligible. Sin saber a que carta que carta quedarme, insistí en la misma tecla, más que nada por ganar tiempo.

Pero, ¿y el misterio de la Santísima Trinidad?

¡Buuf! Inmodestia bizantina. No es por criticar, pero crear misterios insondables que tengan significado no entra dentro de las capacidades de los "barritos". En realidad...

¿Barritos? ¿Qué son barritos?


Le interrumpí. Y no le gustó. Con una sonrisa sardónica y gesto beatifico al mismo tiempo, me ilustró.

" Barritos" es el mote que os puso Gemayel, Gabriel vamos. A los angeles les divierte mucho comentar vuestros libros sagrados, les hace gracia salir en vuestras historias, los leen como si fueran tebeos... Hace referencia al Génesis, aquella parte donde cuenta lo de la figurilla de barro y todo eso. Ya conoces la historia.


¿Nos llaman "barritos"? (Escandalizado)


Si, ya sé que la cosa tiene un puntín de mala leche. Pero, es cómo lo de vuestro sentido del humor. Donde hay un atributo de infinito amor a Mí, la Ley de las Cosas parece que exige la contrapartida de los Santísimos Celos. Pero no debes tenérselo en cuenta. Ser Pluscuamperfecto es fácil, pero ser casi perfecto es más difícil de gestionar que ser totalmente imperfecto como sois vosotros. Pero a lo que iba, si quieres que te explique lo de la "trinidad" (dibujando unas comillas con las manos) no me interrumpas, que perdemos el hilo. Como comprenderás Soy el que Es, y nada más. Lo del Tres-en-uno está bien como marca de aceite lubricante. Ni Padre, ni mucho menos Hijo -los humanos sois de una inmodestia espectacular- y bueno, lo de la Santa Paloma....me gusta, lo encuentro muy ecologista, pero no hay que olvidar que las palomas pueden ser una plaga... Un águila imperial, creo que me va más... Eeeh, estoy divagando, perdona. Es la costumbre de poder expresar infinitos pensamientos al mismo tiempo, ya sabes...


Pues no, no sabía. Me estaba empezando a impacientar. La broma ya había tenido su gracia, y además me inquietaba que un loco con ínfulas de omnipotencia, pudiera resultar agresivo en un momento dado. Pero, por otro lado, empezaba a fascinarme el discurso. No podía evitar pensar que era consistente a su extraña manera. Y oye, pudiendo nada menos que comprender el misterio de la Santísima Trinidad, de primera mano para más señas, cómo iba a dejar pasar la oportunidad. Así que me dispuse a esperar el final del cuento.

Resumiendo, Soy uno, mejor dicho soy El Uno, el Único. En modo plenamente divino, soy lo Único no-contingente, la totalidad de la Esencia. Pero por otro lado, en otros modos de existencia no soy todo como dicen los Panteístas. Tu, por ejemplo, aquí y ahora, no eres Yo, ni parte de Yo. Eres otro, otro infinitamente menor (no te ofendas) pero otro al fin y al cabo. Respecto a la Segunda Persona, lo siento mucho pero ni debo, ni quiero, ni puedo, en ningún modo de existencia, embarazarme a mi mismo dentro de una virgen, para luego andar predicando por ahí, y terminar muriendo ejecutado en lugar perdido. iY encima por vuestros pecados!. Solo vosotros mismos podeis redimiros y morir por vuestros pecados, si es que os da por ahí. La cosa no funciona así, y que nadie se ofenda, pero me parece un truco de ventriloquia barato.

Y bueno, lo de la Tercera Persona, puede tener un pase. Quiero decir, si para entender ciertas cosas queréis creer que me manifiesto de una forma impersonal, invisible e inefable, por mi vale. Pero me parece una complicación, porque también como Primera Persona soy, supuestamente, bastante invisible e inefable. Lo malo es que todo este tipo de inventos suelen ser peligrosos. ¿Sabes que algunos de vosotros creéis que el único pecado sin remisión es la ofensa al Espíritu Santo? Si Yo fuera como me describís, porqué debería importarme más una ofensa de una manera o de otra. De hecho, debería ser más benevolente, si alguien se manifiesta como currucucú paloma, está pidiendo a gritos que el personal se le chotee en la cara. Es que es para chotearse, de aurora boreal, vamos.

Y se me quedo mirando. Esperando alguna confirmación de que había comprendido el Gran Misterio. Pero yo ya estaba harto. El tostonazo que me acababa de soltar, había dejado de interesarme. Ya le había dedicado demasiado tiempo.
Bueno, ha sido muy interesante, pero ahora debo irme. Adiós.

¿No sientes curiosidad?, Luis Alfonso.

Mire, no sé cómo es que sabe mi nombre pero le advierto que...

Tranquilo hombre, pensé que llamarte por tu nombre le daba un toque personal a...

¡Déjese de historias! ¡Y olvídese de mí!

Venga, ya que tienes ganas de moverte demos un paseo.


Y otra vez, una parte de mi cuerpo, pareció tomar vida propia. Me incorporé del banco y empecé a andar a su lado.

Mira, Luis Alfonso...¡Ups! perdona por nombrarte. (guasón). He mirado en tu corazón y...

Si ha mirado en mi corazón debería saber que no creo en Dios, luego soy ateo que no "ateísta". Que pienso que el antiguo testamento es una colección de mitos de un grupo de pastores retrógrados de la edad del bronce. Ese Yahwe es retratado como un psicópata genocida, misógino, con complejo de inferioridad. Y sobre la religión en general, únicamente le diré que creo que se ha matado más por su causa que por el resto de las ideologías que existan o puedan existir. Así que, por lo que a mi respecta, está eligiendo el peor personaje posible para representar si lo quiere es caerme simpático. Busque otro para colocarle el rollo, uno que crea en Usted, por ejemplo. Señor mío, ¡déjeme en paz y adiós muy buenas!

Me miró de una manera extraña y negó con la cabeza. Luego sonrió en triunfo.
Aaah, luego ya empiezas a creer que soy el que Es...

Crea usted lo que quiera.

Me giré dirigiéndome con paso rápido a la salida del parque. Pasados unos segundos miré hacia atrás y no le ví. Con un suspiro de alivio, llegué al coche y conduje en dirección a mi casa.
El coeficiente de rareza de mi vida se estaba empezando a disparar. Y yo sin sospechar nada.

La verdad es que cuando me senté a su lado en el banco, sólo le miré de refilón. Un anciano atildado con el pelo blanco. Bueno, llevaba un abrigo estupendo y olía a Alvarezgómez o parecido. Desde luego, se veía a la legua que el paño del abrigo era de calidad. Y además llevaba solapas de terciopelo. Bien mirado, el abrigo (que más tarde supe era una levita) y el sombrero le daban pinta de burgués de la Viena de Freud.
La verdad, al principio sólo reparé en el abrigo. Qué le voy a hacer, soy así; me gusta la ropa. Llevaba encima el emepetrés y estaba escuchando un podcast sobre librepensamiento que me había bajado de la web del Infidel Guy. Con esto quiero decir, que estaba muy concentrado como para fijarle demasiado en el prójimo.
El anciano no dejó pasar más de un minuto antes de decir:
Luis Alfonso, soy el que Es.

Y me miró risueño. Aunque reparé en que me llamaba por mi nombre, como llevaba los cascos puestos, aparté la sorpresa de mi mente achacándolo a que le había oído mal. Me chocó más la segunda parte de la frase. Y un extraño vértigo, débil pero perceptible, que sentí en la boca del estómago cuando fijó sus pupilas en las mías, fugazmente. Hubo dos cosas más pero en ese momento no fui consciente. Primero, cuando él giró la cabeza hacia mi lado del banco para mirarme, la mía giró sincrónicamente hacia la suya. Segundo, su voz se oyó profunda pero claramente pese a que llevaba mi Creative (lo siento, no soy de Ipod) a todo trapo. De hecho, juraría que su voz se oyó, no sobre la música sino en vez de.
Pero como digo, en ese momento no presté atención a esos detalles. Estaba un pelín estupefacto por la frasecita. Y como el podcast que estaba escuchando era una entrevista sobre ateismo, le espeté con toda la sorna posible:
¿El que Es?... ¿Cómo el dios Yahwe? (lo pronuncié "Llajgüe", como acababa de oírlo en el inglés del podcast).

¡Ha, ha, ha! "Yagüe"; me encanta. (Él, además de muchas otras cosas era más bien castizo).

O... ¿Jehová? (pronunciado "Iejouvah" según el mismo podcast)

Bueno, bueno, que me llames "Llejoba" me empieza a tocar los pelendengues; que por cierto, no entiendo la lata que me dan mis ángeles con el tema, porque he comprobado que son incómodos de llevar y a veces se hinchan de una manera incomoda. ¡Ha!

Cada una de sus carcajadas aumentó la sensación indefinible de vértigo que sentía en la boca del estomago. Débil pero perceptible. Cómo tantas otras cosas que fui aprendiendo, resulta que era un efecto no deseado producido por Su Presencia.
Y ante mi silencio, continuó:
El sentido del humor. Me gusta. Los ateístas lo tenéis en mayor cantidad, Luis Alfonso. Y que conste que Yo no os creé así. Supongo que es un valor añadido de la Ley de las Cosas. Aunque bueno...como la Ley la dicté Yo ¿no dirías que tengo el mérito, Luis Alfonso?

Ya no podía ignorar que el anciano me había llamado repetidamente por mi nombre. ¿Cómo demonios lo sabia? ¿Ateísta? Querría decir ateo, pero ¿cómo lo sabía?
Por otro lado, estaba en Madrid, la capital mundial histórica del timo, el foro de la envolvente y el emporio del tresporcuatro. Así que me alerté, intentando fijar en los alrededores una cámara oculta, unos cómplices que me fueran a desvalijar, o un algo que explicara la situación. Mientras buscaba, el malestar se iba agudizando con una punzada de miedo. Quise protestar pero no fui capaz de articular palabra.
...
¿Cómo podría no saberlo? Si. Soy, como has dicho con tanta gracia, el "Yagüe"... Esta mañana me he levantado (es una manera de hablar, claro) y me he dicho: "¿Y si probara lo del Rabí Yeshua ben Joseph?". Bueno, ¡Ha! ¡Ha!; ya sabes.

¿Ra-bí Ye-shua?

Articulé con dificultad por fin. Él, debió considerar que me estaba agitando demasiado y me rozó el brazo con un ademán cariñoso pero leve. Ni que decir tiene que en ese mismo instante, entré en un estado de serenidad y claridad mental notable. El Anciano, satisfecho con mi recuperación continuó.

Si, Luis Alfonso, Yeshua, Jesús de Nazaret o como quieras. Ya sabes, la idea de que Dios se hace hombre. Es una idea por la que siento curiosidad...

Debió percibir que yo volvía a agitarme, porque cambió de tono y respondió:

Bueno, ya hablaremos luego sobre ese tema.

Y se abstrajo. Y durante un segundo el gesto se le puso pétreo.
Por mi parte, no sabía si echar a correr o ignorarle pero una sensación difusa de triunfo se fue formando en mi mente....¡Claro! ¡Te pillé!, Gotcha! De modo que este Viejo Orate se está insinuando como... Y resulta que no sabe lo que...

Pero ¿no se supone que uno de los atributos de Yahwe es la omnisciencia? (sonando pedante parece que la carga de profundidad intelectual que lanzas tiene mas fuerza)
Me-me-me, Om-nis-cien-cia, bla-bla-bla... Ahora suenas como un te-o-lo-go-bi-zan-ti-no
Se burló achicando la boca con gesto de disgusto. Más exactamente, con cara de asco. Pero rapidamente recompuso el gesto, suspiró con hastío y continuo.

A ver como te lo explico. Cuando puedes ser en diferentes modos de existencia.... En modo plenamente divino, no es omnisciencia, es que estás fuera del tiempo... Toda la información, todo lo que existe, puedes manejarlo como un grano de mostaza entre tus dedos. No tengo que hacer nada porque no hay nada que conocer, lo soy y lo no-soy todo. Pero, hay un inconveniente. Cuando soy en ese modo, es como si fuera el único ente tridimensional en un Todo plano... Si, me gusta la metáfora... No tengo a nadie con quien relacionarme, simplemente lo que existe y lo que no-existe no puede alcanzarme. Y te como te imaginarás, es un poco aburrido. (me hizo un guiño, como si yo fuera capaz de entrar en modo "plenamente divino" un día si y otro también). Así que prefiero otros modos de existencia., donde tengo que hacer un acto de voluntad para conocer, y donde hay cosas por conocer.


Continua en http://andandoconyague.blogspot.com/2008/11/0102-el-encontronazo.html

Los místicos han anhelado percibir la presencia inmediata de Dios. Pero yo no soy un místico.
De hecho, soy (o era) ateo. Con "A" mayúscula.

Pues fíjate por donde.

Dios existe, lleva un abrigo estupendo con solapas de terciopelo y huele a Alvarezgómez.

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