11/12/2008

Nos habíamos sentado en uno de los bancos del final. Pero a Yagüe no le gustaba el sitio. Con un guiño, me indico que le siguiera y se encaminó a la escalera que subía al coro.

— No deberíamos estar aquí.

Le advertí, mientras entrabamos por la puerta del coro.

— Al contrario, necesitamos tener un buen campo de visión. Siéntate a mi lado y guarda silencio. ¿Ves el niño con el jersey azul? Pues fijate en él.

Sin más empecé a oir su vocecita, como si le estuviera enfocando con un micrófono direccional. Dejé de oirlo durante un momento por el simple pánico que me produjo la experiencia. La cabeza se me llenó de aire silenciando la voz del crío. Pero pronto se me pasó. Miré al Viejo con ojos confirmatorios. El sonrió y asintió. Volví a concentrarme en la voz del chaval.

• "...esto es un rollo, --- en casa voy a probar el truco del supercódigo para pasar de nivel ---– cuando papá vuelva le voy a pedir la playtres, cómo la que tiene Sánchez-Arjona. Es un pugicama..."
— ¿Pugicama?
— Puta, Gilipollas, Cabrón, Maricón. Se supone que es el siupremo insulto.
— Que eficiente. ¡Bendita inocencia!
— Volvimos a concentrarnos en el infante:
• "...un pugicama y le voy a hostiar. El otro le elegí para jugar al churro y a polisycacos aunque es un flojo, y así me lo paga, porque como tiene a su hermano mayor que le defiende, es un chulo pero cuando pueda le voy a cascar..."

La blasfemia fue demasiado para Yagüe. Juraría que se le fue el color de la cara y reaccionó, aunque con un poco de retraso y sonrisa forzadísima.

— Uuuups, numero equivocado. Fijate en el chico del jersey azul.
— "... es tan guapa! Por favor, Señor haz que sea mi novia cuando yo sea mayor. Elsa Pataky, ¡cómo me gustaría verle las peras!..."

Otro respingo. Los inocentes niños le estaban dando el rato a Yagüe que parecía encajar bastante mal ese tipo de vida interior.

— ¿Pero que clase de educación os dan en este colegio?
— Religiosa, supongo.

Se quedó callado un momento oteando como un perro de caza hasta que pareció quedar satisfecho.

• Fijate en el flacucho con la camiseta negra.

Camiseta, que lucía incongruent un rótulo con la frase “No God”. Ya ha llegado el punk al Corte Inglés, supongo. Estuve a punto de estallar en una carcajada pero conseguí controlarla, por miedo a acabar delante del

• "Por favor Jesús, haz que el ratoncito Pérez me traiga mucho dinero. Porque Papa dice que el dinero lo arregla todo. Ultimamente discute mucho con Mamá. El otro día gritaban tan fuerte que daba miedo. Mi hermana le dice a sus amigas que está harta y que ojalá se divorcien ya. Pero yo quiero que se arreglen, Dios, por favor. Me portaré bien y dejaré de mirar las revistas de señoras que esconde mi hermana en su cuarto..."
— Había empezado a sentir cierto pudor, me sentía como un mirón, por lo que me dirigí al viejo.
• De acuerdo. No se como lo has hecho, pero como truco es de coña.
• No lo hecho por el truco, -que los tengo mucho mejores- como dices tu, sino para que entiendas como funcionan las cosas en realidad. Me has hecho ciertas preguntas y te he dado la impresión de que me escapo de contestar porque no tengo respuesta.
• Hombre, la cosa ha sido decepcionante.
• No es eso. Has oido la oración de ese niño inocente -si dejamos correr el detalle de la pornoqrafía lésbica de su hermana-. Quiere vivir en un hogar donde sus padres no se peleen y divorcien. ¿Quien le negaría eso? Quiero decir que muchos -sobre todo los ateistas como tú- se quejan de que las plegarias no son escuchadas. Lo cual presupone que o no existo, o que soy un sadico que no hace ni caso...
• Si...
• Únicamente hay unas restricciones.
• ¿Restricciones?
• Indudablemente, Fernandito, y sobre todo su hermana la lesbiana, van a sufrir el divorcio de sus padres. Pero no puedo concederle lo que pide porque su madre se casará después con un buen hombre que la idolatrará. Su padre se juntará con una pelandusca que le sacará los cuartos, lo que le llevará a replantearse sus relaciones y le convertirá en un padre mucho más amante de lo que hubiera sido nunca. Fernandito y su hermana lo superaran.
Además, para evitar ese divorcio tendría que forzar las mentes SEGUIR AQUI
NO PUEDEN CONCEDERSE COSAS QUE PERJUDICIALES PARA TERCEROS O QUE ALTEREN LA VOLUNTAD
EJ: SOY COMO UN GUARDAGUJAS QUE ENVIA EL TREN HACIA UN ANDEN U OTRO PERO EL TREN SIGUE SU VIAJE HACIA SU DESTINO NO SE PARA DONDE NO DEBE NI DA LA VUELTA
SE TRATA DE ELEGIR ENTRE LAS N TRAYETOS COMPATIBLES CON LA LEY DE LAS COSAS. Por lo tanto, lo que llamamos sobrenatural o milagroso tiene poca cabida
La LEY DE LAS COSAS: SU OBJETIVO ES PERMITIR LA EKISTENCIA DE INFINITOS UNIVERSOS AUTOSOSTENiIDOS Y AUTOSUFICIENTES. LA VIDA, LA CONCIENCIA, Son producto de este universo y de sus reglas. Algunos científicos se asombran de que las métricas de este universo parecen ajustadas al milimetro para permitir la vida. Asi es, pero justo al reves. La vida existe porque vuestro universo es así, no es que el universo sea así para permitir la vida. HAY UNIVERSOS DONDE algo parecido a lo que llamáis ndeterhinacion cuantica se manifiesta en el nivel macroscopico. ¿sabes lo que ocurre allí? Lisa y llanamente que la vida no prende.
¿que si PUEDO CAMBIAR LA LEY DE LAS COSAS PARA QUE VIVIERAIS EN UN UNIVERSO SIN MUERTE, enfermedad y maldad? Podría pero todos los universos que existen dejarian de existir. No habrían existido nunca.
Cerrar la oración del niño aquí





— Lo he hecho por las oraciones. Que es una de las racionalizaciones más típicas que utilizais para volveros ateistas.
— ¿Hay algún tipo de oración que te conmueva más?
— Como es natural. La del pontífice máximo me gustaba mucho, por ejemplo...
— Vaya novedad. La oración del Papa, claro.
— Estaba hablando del pontífex máximus de Roma, no la del obispo de Roma. Los romanos antiguos, no los cristianos...
Patidifuso. Completamente patidifuso. Este Tipo tiene que estar quedándose conmigo.
— ¿Me estas diciendo que te refieres al culto pagano de la antigua Roma?
— Paganos, lo serán pa ti. Mira que oración más curiosa: “Júpiter Óptimo Máximo (que por cierto significa “el mejor y más grande”) o cualquier otro nombre que tengas y por el que quieras ser adorado... Te das cuenta que humildad, que falta de antropocentrismo. Ese tipo de cosas son agradables a Mis ojos, como es natural. Y práctico, además.
— Como es natural. Y práctico claro.
— Sigo. “Esperamos que este sacrificio de un buey blanco sin macula (por importe de 300 denarios)”, o lo que fuera, aquí siempre decian el precio, exagerando un pelín, claro.
— Claro. (embobado)
— “te sea agradable y nos concedas el bienestar del pueblo romano y la protección a sus justos magistrados...” Es que el pontifex maximus, era o había sido magistrado generalmente. Ya sabes, por mi y por todos mis compañeros, pero por mí el primero.
— Claro. (seguía sin dar crédito)
— “ y cualquier otra cosa bla-bla-bla, es lo que de ti esperamos, Júpiter Óptimo Máximo, o cualesquiera otros nombres que tengas y por los que desees ser adorado, y por lo que te ofrecemos este sacrificio...” Aquí, si la situación lo aconsejaba volvían a repetir el precio de la ofrenda, pero era más de cara al público que por repetírmelo a Mí. “...que esperamos haber realizado debidamente”. ¿Te das cuenta? Qué llaneza, qué sinceridad. Eran unas oraciones muy agradables.
— Pe-pero, ¡eran politeistas!
— Mejor, tocaba a más. Y más variado.
— Pero, pero, la religión romana era una cuestión pública, política. Seguro que a ese pontifex maximus lo mismo le daba llamarte Júpiter, que Manolete. ¡Te estaba proponiendo un soborno descarado y además te exigía cumplir el trato! No había religiosidad, ni piedad verdadera.
— Eso lo dirás tú. Todo lo contrario, eran muy piadosos. Y en todo caso era Mithra, no Manolete. Una pequeña tribu caucásica de antes de Yeshua me llamaba Mannu-lethia, pero eran pocos y desaparecieron como cultura .
— No me parece...
— Mira, ¿por qué no intentas verlo desde Mi punto de vista? Era colorista, entretenido y a la vez humilde y respetuoso a su manera. Además ten en cuenta que no eran profesionales.
— ¿Profesionales? ¿profesionales? (en falsete)
— Claro, no eran sacerdotes full-time como los de muchas otras religiones. Imagínatelos, bajaban ellos muy dignos por el foro hacia el altar de sacrificios, con sus togas enlucidas...
— Si, endomingados, vamos.
— Efectivamente. Con sus mejores galas y muy concentrados, porque era requisito irrenunciable que el ritual se realizara sin equivocaciones ni tropiezos. Si no era así, lo repetían cuantas veces hiciera falta hasta que saliera bien. No me negarás que eso es dedicación y alto nivel de exigencia. Y no como en otros cultos modernos que si no llegan medio sobados a la misa o rito, me los soba el oficiante mediante un tostón que la mayoría de las veces ¡ni siquiera tiene que ver conmigo!
— Eemff...
— Sigo. Y además eran unos guasones. A veces el colegio de pontífices elegía para conducir los ritos a un conocido tartaja. Imaginate en mitad del ferragosto romano, al tartaja y a los demás, sudando la gota gorda. El tartaja para no trabucarse, no tener que repetir y que al final lo tiraran al Tiber por la parte de la cloaca máxima. Y el resto del colegio, rogando con todo su corazón que el tartaja no liara el rito y hubiera que empezar de nuevo. ¡Eran entretenidísimos!
— O sea que te parecía bien que se lo tomaran a cachondeo.
— No, la guasa era entre ellos. Con respecto a mí, lo vivían como parte del sacrificio. Te aseguro que ninguno se me sobaba en mitad de la función.
— Pero...
— Sigo, que no he terminado. Y luego llegaba la victima sacrificial. Si era posible un buey o dos completamente blancos, sin mácula. Anda que no daban vueltas para encontrar el sacrificio apropiado. Dedicación al tema, como te digo.
Cada vez me parecía más delirante. Ahora iba a resultar que los romanos, civilización por muchos motivos admirable, tenían un concepto de la religión más acorde con los gustos de Yagüe que los ciudadanos del siglo XXI. Si esto era así, algo iba muy mal, pero que muy mal.
— Y anda que no podían salir cosas mal cuando metes en la ecuación a un cuadrúpedo de 600 kilos, que pese a no ser muy inteligente, siempre olía la sangre de anteriores sacrificios. Y claro, se mosqueaba. No se lo ponian facil, no. Dedicación y exigencia.
— No pretenderás decirme que te gustan los sacrificios de sangre. Creía que eso le iba más bien a la competencia.
— ¿Qué competencia?
— Satán, Belcebú, Lucifer, el diablo.
— No tienes ni idea. Ya hablaremos de eso. Pero dejame continuar y no me interrumpas. Cómo te iba diciendo, tocaba entonces ejecutar el sacrificio propiciatorio. Y allí aparecía el matarife, ese si que era un auténtico profesional, con una maza y un cuchillo. Y como era un profesional, y no quería problemas, las más de las veces hacía trampas...
— ¿Trampas? ¿Te hacían trampas?
— A Mí no, impertinente. Al pobre animal, que algunas veces llegaba tan drogado que se espatarraba antes del mazazo.
— ¿Mazazo?
— Si, mazazo. Y no me lo daban a Mí, por si acaso lo quieres preguntar, sino a la bestia para que sufriera lo menos posible cuando la degollaban. Y no vayas a repetir “¿Degollaban?” que te veo venir.
— Por favor, dime que no eres un bárbaro sediento de sangre y que no aprecias ese tipo de sacrificios. Y en la vena en que estas, me da miedo preguntarte por los sacrificios humanos.
— No es eso, ni mucho menos. Pobres animalitos. Pero no me negarás que demostraban...
— Dedicación y exigencia, ya lo se.
— ¡Y menos tacañería, contro!
Me tranquilizó comprobar que esta Divina Acémila por lo menos evitaba las palabras malsonantes.
— Porque mira, al final a todas las civilizaciones humanas al final se os ve el cartón por la pasta. El dinero, o su traducción en esfuerzo o trabajo. Si os podeis ahorrar algún recurso, lo haceis. Sobre todo, las castas sacerdotales. Anda que no ha habido religiosos que han vivido a cuerpo de rey consumiendo lo que, en principio, eran sacrificios para Mí. Y no es que yo sea exigente o codicioso. Un trozo de pan seco o lavarse con arena son cosas que acepto perfectamente. Pero lo que no me gusta es el desfalco y la hipocresía. Y ya que hablamos de pasta, 300 denarios por un buey blanco perfecto, me parece un sacrificio más generoso que un trozo de pan sin levadura y un chupito de vino, las cosas como son. Siempre me ha parecido una metáfora muy conveniente. Tenía su lógica cuando se era una iglesia perseguida, pero después de centenares de años como culto oficial, me resulta un pelin rancio.
— Me dejas de piedra.
— No, no creas. Jo-jo-jo puedo dejarte mucho más de piedra, de piedra de sal, jo-jo.
No quise ni pensar en la bromita. Bastante tenía con el mogollón mental que me había creado la conversación.
— Y que conste, ya que has sacado el tema de los sacrificios humanos, que me repugnan enormemente y que nunca los he aceptado, que luego empiezan los rumores y malentendidos.
— Me tranquilizas.
— Pues claro, hombre. Y no sólo los rechazo de plano sino que cuando surje la oportunidad acabo con ellos.
— Ah si?
— Si. Sin ir mas lejos y ya que hablábamos de romanos, los habitantes de Kart Hadash me adoraban mediante la invocación a Melkart, Baal y Astarté...
— Melchor, Gaspar y Va-a-saltar? (me lo había puesto a huevo)
— No, graciosillo. Mediante un aspecto heroico como Hercules, un aspecto proteico como Gran Becerro y mediante el aspecto femenino de Diosa Madre o Prostituta Sacra. (y no me hagas comentarios a esto).
— Que eran muy completos, vamos.
— Para lo que les gustaba el parné, eran bastante devotos. El caso es que como Baal, el culto tenía algunos aspectos macabros. Aunque no tanto como algunos historiadores modernos creen. Pues bien, el templo como trasunto del infierno...
— ¿El infierno? Estoy empezando a creer que me has colado un golazo y en realidad eres El Otro, el contrario.
La verdad es que me daba miedo llamarlo por su nombre. ¿pero que clase de Dios estaba resultando este Yagüe?
— No digas chorradas. Ya te hablare de ese tema que me tiene quemao.
— Nunca mejor dicho, Jé.
— Oye esto del sentido del humor humano puede llegar a resultar cargante, o soy Yo?
— No me hagas caso y sigue que te he interrumpido.
— No se trataba del infierno cristiano; pero a lo que iba, en el templo cerca del sotano, existía una parte llamada Tofet que era un almacén de ofrendas como si dijéramos y un cementerio infantil. Los niños que morían antes del año o los prematuros, se ofrecían a Baal. Era una manera de devolver parte de la vida que Baal había dado al pueblo. Además ofrecía una ceremonia consoladora a los padres del niño muerto. Les ofrecía sentido. Por esto te decía antes que no era tan macabro como parecía.
— Entiendo, al fin al cabo ya estaban muertos.
— Exacto. Pero las prisas son malas consejeras, ya sabes, y la guerra... pues eso.
— ¿Eso?
— La guerra con Roma parecía ir bien pero el enemigo se recuperaba prodigiosamente de sus derrotas. Los Kena’anni llegaron a la descorazonadora conclusión que pese a realizar la guerra perfecta Roma no se dejaría vencer. Y alguien pensó que hacía falta un sacrificio importante. Pero no había tiempo para recopilar niños ya muertos. Asi que, los mataron especialmente para la ocasión y arrojaron sus cuerpos a la caldera de fuego que rugía en el vientre del Gran Becerro. En su descargo diré que la clase dirigente incluyendo algunos sacerdotes del culto ofrecieron a sus hijos o nietos en vez de arrebatárselos a otro. No podía dejarlo pasar, asi que poco tiempo después Roma los aniquiló casi por completo y desparecieron como cultura. Hasta sembraron de sal las ruinas de la ciudad para que fuera imposible su renacimiento.
— ¿Tu le hiciste eso a los Cartagineses?
— Digamos que no hice nada por impedirlo. En la generación que trascurrió desde este primer hecho abominable hasta su destrucción como pueblo, desgraciadamente lo repitieron varias veces, cada vez con pretextos más fútiles. Se destruyeron ellos mismos. Se convirtieron en una cultura de muerte. Y eso nunca llega muy lejos.
Jodel con el Abuelito.

— ¿Y los aztecas, los incas y otros pueblos precolombinos?
— Buuff... Eran tremendos. Hombres, mujeres, ancianos, niños; nadie se salvaba de ser sujeto de sacrificio. Las formas de sacrificio eran variadas: decapitación, extracción del corazón o entrañas, despeñamiento, flechamiento, emparedamiento, ahogamiento, asamiento, lucha ritual y algunas otras más. Pero eso no era todo. A veces, comian parte de los cuerpos en un banquete ritual y se vestían con las pieles desolladas de las victimas.
— Pues si que eran tremendos, si. Y todo ello en tu honor. ¿Cómo era aquello? ... Sssi, seguro que lo hacian con total “dedicación y exigencia”.
— ¡Eso es muy injusto!

0 Comments:

Post a Comment



FEEDJIT Live Traffic Feed

Posts Recientes

  © Blogger template Cool by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP